España: Así Soy Yo.
Muchos españoles están hartos de que políticos y
periodistas hablen a diario de "la democracia española", como si
existiera, ocultando al pueblo que el sistema político español no cumple ni una
sola de las reglas básicas del sistema democrático y que lo que tenemos en
España no es una democracia sino una dictadura camuflada de partidos políticos.
Los últimos que han afirmado, de manera solemne, que España es una democracia
son el nacionalista Artur Mas, el socialista Ramón Jauregui y el actual
ministro José Ignacio Vert.
Para saber si en España hay o no hay
democracia basta un ejemplo: hasta hace pocas semanas no se ha aprobado un ley
que obligue a los partidos políticos publicar sus cuentas, una opacidad en
grado mayúsculo que está frontalmente reñida con una democracia que, entre
otras muchas cosas, exige claridad y transparencia. Pero existe una prueba
igualmente contundente, más reciente: la negativa a dimitir de Durán y Lleida,
a pesar de que había prometido hacerlo si su partido resultaba implicado directamente
en corrupción, como ha ocurrido al demostrarse que robó fondos europeos
destinados a la formación.
La democracia española es una gran patraña,
un disfraz repugnante que oculta enormes vicios y déficits, todos ellos
contrarios a la democracia. En España no hay separación e independencia de
poderes, ni una ley igual para todos, asumida por los ciudadanos, ni procesos
electorales libres, en los que los ciudadanos elijan como representantes a
quienes deseen, ya que son los partidos políticos los que elaboran esas listas
cerradas y bloqueadas que el ciudadano solo puede aceptar o rechazar en bloque,
por citar únicamente tres exigencias fundamentales del sistema democrático
ausentes en el sistema español.
Pero tampoco existe en España la garantía de
una prensa libre e independiente, capaz de conseguir que los poderes sean
fiscalizados, ni una sociedad civil fuerte e independiente, que actúe como
contrapeso del poder político, ni existen controles, cautelas y contrapesos
para controlar al poder, ni los partidos políticos están sometidos a control
ciudadano alguno, ni los ciudadanos participan en los procesos de toma de
decisiones, ni la voluntad popular es respetada por los políticos, ni los
representantes se relacionan con los representados, ni los diputados y
senadores, representantes de la soberanía popular, pueden hablar con libertad
en las cámaras, ni votar en conciencia y un largo etcétera que convierte a la
mal llamada "democracia española" en una estafa de gran calado,
diseñada para gloria y provecho exclusivo de las clases dominantes, que operan
en el sistema con arrogancia, impunidad y atiborradas de privilegios y
ventajas.
Los ciudadanos muy rara vez son convocados a
referéndum, a pesar de que los gobiernos toman decisiones que chocan
frontálmente con la voluntad popular y con los criterios de la inmensa mayoría.
En este momento, existen en España por lo menos tres anhelos de inmenso alcance
y profundidad que el gobierno y los grandes partidos ignoran y esconden porque
no les conviene atenderlos, lo que demuestra el inmenso déficit democrático
vigente. El primero de esos deseos es que se castigue a los políticos corruptos
que han robado, en especial a los políticos y sindicalistas que han saqueado
las cajas de ahorro y a los miles de cargos y ex cargos públicos que no pueden
explicar su vertiginoso enriquecimiento. El segundo es que se reduzca
drásticamente el tamaño del Estado y que sean expulsados de sus cargos al menos
300.000 de los casi 500.000 políticos que cobran sueldos del Estado, sin aportar
nada al bien común, más políticos cobrando que los que existen en Alemania,
Francia e Inglaterra juntos, todo un abuso que los partidos y gobiernos
mantienen vigente porque así practican el rentable clientelísmo y pueden
favorecer, colocar a amigos, familiares y militantes, violando el concepto de
igualdad de oportunidades, garantizado por la Constitución. El tercero es que
se inicie con firmeza un rápido camino hacia el establecimiento en España de
una verdadera democracia, donde la Justicia y los demás poderes del Estado sean
independientes, donde se castigue a los delincuentes, se acabe la sucia
impunidad de los políticos y se establezcan las bases para disfrutar de un
Estado decente y al servicio del bien común, no al servicio de las cada día más
odiadas "castas" políticas.
La gran estafa de hacer pasar por democracia
lo que no es sino una sucia oligocracia es toda una conspiración contra el
pueblo en la que participan las tres profesiones más desprestigiadas y odiadas
del país: políticos, periodistas y jueces. Los políticos y periodistas,
conscientes de que esa democracia no existe y que está cargada de abusos,
corrupciones, carencias básicas y arbitrariedades, hablan de ella como si
existiera y disfrutan de los frutos de la violación del sistema, mientras que
los jueces ignoran su deber de castigar a los que están estafando al pueblo
diariamente, prostituyendo el sistema que rige nuestra convivencia y desarrollo
y robando dinero público y privado.
Fuente: Francisco Rubiales: Voto en Blanco
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